Lo mas recomendable para el invierno es viajar al sur, ya sea al sur de la provincia de la comunidad, del país o de Europa. El SUR también existe, ya nos lo decía Serrat y de otra forma más alegre y desenfadada Rafaella Carra (. . . para hacer bien el amor hay que venir al sur. . .); en el 83 nos lo recordaba Víctor Erice en su película “El sur” basada en el relato de Adelaida García Morales. Pues me apliqué el cuento y lo hice, salí de Ávila con 7º bajo cero y llegué a Murcia a las 14:00, puntualidad germánica, y me encontré con un sol radiante y 22º, claro no hay cuerpo castellano, por muy duro que sea, que aguante esta oscilación térmica, vamos que me pille un medio catarro que no me acaba de abandonar el jodio. Pero con catarro y todo merece la pena pasear por la playa en invierno.
Estuve en Mazarrón, paseando por la playa y tomando algo en el puerto en un local muy moderno y cuidado “Golden”, de los pocos que había abiertos; en verano imagino que todo esto será un hervidero de gente, pero ahora había muy poca, pero fue muy agradable. Antes habíamos estado en Bolnuevo, donde pude contemplar las famosas “Gredas de Bolnuevo” también conocida como la ciudad encantada de Murcia, personalmente me gusta más lo primero y que resulta una imagen muy curiosa para el que lo ve por primera vez como yo. Este paisaje lunar que se encuentra al lado de la playa fue declarado Monumento Natural en el año 2007; se trata de una erosión diferencial sobre rocas sedimentarias. Con un mar más elevado que el actual se fue creando, casi en su misma orilla, un gran banco de sedimentos muy finos (los de color blanco-amarillento). Cuando el nivel del mar bajó este banco de sedimentos se quedó sobre la superficie y, al descomprimirse, abrió grietas en ellas. En este momento comenzó su erosión pero también se añadió una nueva capa de sedimentos, en la parte superior se encuentra una capa rojiza de arcilla y cantos rodados, fruto de lluvias torrenciales que arrastraron grandes cantidades de sedimentos. Esta capa, mucho más cementada, sirvió de freno a la erosión del agua, que se concentró en las grandes grietas abiertas. Se fueron creando canales cada vez más profundos que terminaron por individualizar las setas más cercanas a la playa, a esta forma de erosión se unirá a otra de carácter eólico. El viento (cargado de pequeñas partículas de tierra) ametrallará la superficie creando esos característicos nidos de abeja.
Subimos a un cerro desde donde se podía ver todo este espacio natural, casi salvaje, con una serie de pequeñas calas de agua cristalina escondidas entre los acantilados, que a buen seguro en verano tendrán un buen baño, naturista, siempre que no hay demasiados bañistas.
El domingo se organizó una especie de comida improvisada en un lugar de la huerta “La Huerta del Baden” donde hace unos meses iba a haber ido a cenar pero va y cierra unos días y fuimos a otro. El lugar estaba de bote en bote, parecía que todos los murcianos, y foráneos, queríamos aprovechar el día de sol y comer rodeados de limoneros; resultamos ser un grupo muy heterogéneo y divertido y resultó una comida muy agradable y con este encuentro se cerro el “tour de la mujer barbuda”. Empezamos con unas marineras, un pincho de lomas sencillo y apetecible para abrir boca y seguimos con un arroz y marisco, según los murcianos, nosotros daríamos una paella de marisco, que estaba buenisisima y con bien de tropezones. Para bajar la comida un largo paseo por el Malecón creado como dique de contención de las aguas del Segura, arranca frente al Mercado de Verónicas y el Palacio Almudí, para adentrarse por la huerta hasta llegar a la pedanía de La Ñora, en le margen derecho se pueden apreciar varias edificaciones que llaman la atención, desde el edificio de los maristas a caserones con balcones y miradores como el del poeta Pedro Jara Carrillo.