Hacia mucho que no miraba el Babelia de El País, y creo que por
casualidad, como siempre me han pasado las mejores cosas me puse a mirar le
periódico mientras me tomaba un café o un vino en el Maspa y hablaba a salto de
mata con mi primo. Leí el artículo que dedicaban a la primera exposición de
Javier Aramburu en una galería en la esquina de la calle Alameda con Almadén
(al lado del Caixa Forum de Madrid), y me dije lo de tengo que verla, pero no
me había vuelto a dar cuenta hasta el otro día que pase por la puerta cuando
iba a ver “Torres y Rascacielos” y pase por la Galería en cuestión y entre a
ver sus dibujos, óleos y grabados para gran regocijo de mi ansia cultural del
día. Menos mal que pase por ahí, ya que era la penúltima jornada que estaba
abierta.
Ya conocía la obra de Aramburu, había llegado a ella a través de
las portadas de muchos discos sin saber que eran obra suya (Fangoria, Los
Planetas, Andrés Calamaro) y con las ilustraciones de Abezoo, libro que he
regalado a hijos de amigos cuando empezaban con las letras, a Lucas le encanta
y todavía me lo dice. La faceta musical, la conocí por el 2007, creo recordar,
de manos del bueno de Isaac, “el mejor grupo musical español, nadie ha habido
igual” decía, escuche Un soplo para el corazón (1993) en su portátil mac y me grabó el disco, así como las versiones
sacadas en el 2003 en homenaje a Family; después me compre una reedición que
escucho de vez en cuando, no sabría elegir una canción, todas tienen un no se
qué, que te acaban enganchado.
Admiradores de
la buena pintura o fans de Family y de Single, o ambas cosas, se citan en ese
lugar, entre las habitaciones de Javier Aramburu, después de tantos años sin
ponerle un rostro ni un lugar al artista. No es una galería como tal: Javier,
con Teresa como agente, hace suyo y bajo su propio sello ese local que parece
estructurado para acoger una pintura tan especial y significativa, tan íntima y
honesta. Tras la recepción de arriba, desciendes al recogimiento de las
estancias que contienen cinco años de dedicación. De dedicatorias y entregas: a
los seres queridos, a las plantas vivificantes, a las portadas de Single, que
originalmente eran grabados y óleos. Otros deberán ser quienes juzguen el valor
artístico (mucho, seguro) pero la carga de emoción y belleza, dolor y
serenidad, aflora por sí sola y cuenta muchas cosas de quien prefiere no contar
nada con sus propias palabras, ni estar físicamente presente en la galería. Sin
embargo, Javier Aramburu habita y se expone profundamente en esta primera
exposición de múltiples significados: da un paso de gigante respecto a su
anterior etapa en el diseño gráfico (ya intuido en las fabulosas ilustraciones
que hizo para los libros Abezoo y Jaime de cristal) y abre la
puerta a una nueva obra llena de promesas. De momento, estas habitaciones le
absorben a uno, mientras las recorre una y otra vez en un bucle de admiración y
fascinación. (Blog Diario Vasco)
http://www.javieraramburu.es
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