Este domingo aproveche para escaparme a Madrid y dar una vuelta
por el centro visitando lugares conocidos y desconocidos, de los últimos el Museo del ABC, de la calle Amaniel;
pudimos ver las ilustraciones del francés Benjamín Lacombe, que conocía por los
libros editados por Edelvives. Me gustó mucho la cafetería, un espacio blanco y
diáfano sin nada pero con todo. De aquí callejeamos hasta llegar al capitalino
Barrio de las Letras, donde esta la calle León de la que voy a hablar.
La Calle León tiene un trazado simple, recta y estrecha;
nace en la calle del Prado y va a desembocar en Atocha. En la placa de la calle
podemos encontrar el origen de su nombre; según la tradición en esta calle se
estableció un indio que tenía un león en una jaula y que por dos maravedíes se
lo enseñaba a la gente que por allí pasaba, convirtiéndose en una atracción muy
popular, tanto como para dar nombre a la calle. En esta calle paso largas
temporadas Miguel de Cervantes, en el edificio que hace esquina con la calle
que lleva su nombre. En el número 27 nació el Premio Nóbel Jacinto Benavente.
Otro personaje que vivió aquí fue Marcelino Menéndez Pelayo, en la Casa de la
Real Academia de la Historia.
Antes también se la llamó, Calle
del Mentidero, ya que aquí estaba uno de los mentideros más importantes de la
Villa, el de los Cómicos; los mentideros eran lugares de encuentro para hablar
y conversar sobre cualquier tema. Otra curiosidad de esta calle es que en el
siglo XVIII hubo una especie de
pescadería de las más famosas de Madrid conocida como “fresco”; uno de los
pocos lugares donde comprar pescados relativamente frescos, ya que en aquella
época las comunicaciones entre los puertos eran muy malas y el trasporte era
lento, por lo que el pescado era un artículo de lujo. Ahora el comercio
tradicional va cediendo sus espacios a nuevas iniciativas comerciales que
aprovechan estos viejos establecimientos dándoles un aire nuevo, aunque con la
solera de antes. Voy a comentar algunos:
La integral. Es una
especie de bazar-tienda que reúne los
trabajos de artistas y diseñadores. Era una antigua confitería que funcionaba
desde principios del s. XX y sigue
conservando el aspecto original en su fachada y en su mostrador de mármol.
González. Es una
antigua tienda de ultramarinos remodelada que mantiene su esencia en sus vitrinas y selección productos. Ahora
es una especie de Vinoteca/Charcutería donde puedes degustar unos buenos quesos
acompañados por un vino en la trastienda, un bar como los de toda la vida.
Cosmen & Keiless. Era un
antiguo bar que se ha reconvertido en panadería-pastelería, con una decoración
muy cuidada, te trasporta a los cafés de centroeuropeos. Un lugar donde tomar
un café con una tarta de queso y poder comprar panpan y otros tipos de bollería
tradicional o más cosmopolita, pero elaborados de forma artesanal.
Casa Pueblo. Un café con
aspecto de antiguo, con veladores de mármol y terciopelos lleno de detalles en
sus paredes con un fondo de jazz, tranquilo y que parece que estas en otro
mundo observando la calle desde sus cristaleras. Buen café o cerveza, con un
trato amable y profesional, algo que se echa en falta en otros lugares tan de
moda hoy en día, hay que probar sus tartas de zanahoria y remolacha
Dionisos. Un restaurante griego en la zona que huye de platos elaboradisimos, productos fresco y bien cocinados. El local es cómodo pero pequeño, con buen servicio. Tiene un menú del día que sale muy apañado y luego otros mas caros pero con más variedad y con el que degustar los platos helenos, bastante fieles por cierto.
En la esquina con la calle Prado, hay un hotel que
en su fachada tiene una enorme salamandra hecha con cds, que se instaló para una
feria de diseño y acabo quedándose y dando este toque tan original.