Tras
pasar un día de playa nada mejor que
llegar a Cabo de Palos y tomar una cervecita para abrir boca, llegarse hasta el
puerto y sentarse en La Tana, que salta a la vista por sus manteles verde
pistacho, a cenar. Este restaurante nació como tienda en los años cincuenta,
para convertirse en bar y llegar a como
lo conocemos ahora. Ofrece una cocina marinera, en la que destacan el
típico caldero, diferentes arroces y pescados fritos. El postre fue un helado
de milhojas, en una pastelería que hay al lado, y estaba buenísimo.
Había
que bajar la cena, así que nada mejor que dar un paseo por la playa de levante
y llegar hasta el Faro de Cabo de Palos, que se encuentra en un promontorio en
la parte más alta y rocosa del pueblo. Según Plinio el Viejo, en este
promontorio hubo un templo dedicado a Baal Hammon; en el siglo XVI para
defenderse de los ataques berberiscos se levanto una torre vigía que con forma
hexagonal, esta torre se derruirá y sus piedras servirán para levantar el faro.
El
faro se termina de construir en 1864, bajo la dirección de Juan Moreno Rocafull
y Evaristo de Churruca. El edificio tiene una planta cuadrada siendo sus lados
de 20 metros y de dos pisos; los muros son de sillería. La torre se ubica en el
centro llegando a alcanzar 51 metros sobre el terreno y 81 sobre el nivel del
mar. Emite una luz blanca en
grupos de 2 destellos cada 10 segundos, y tiene un alcance nominal nocturno de
23 millas náuticas.
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