Los Seises
El nombre
viene del numero que componían el grupo, seis.
En Sevilla se les conoce por su participación con una danza en la
procesión del Corpus, en la Octava de la Inmaculada y el triduo de Carnaval;
quizá os acordareis que rompieron esta tradición bailando en la boda sevillana
de Elena de Borbón, (boda de mantilla y peineta, como las de antes, que diría
mi agüela), donde los pudimos ver todos y preguntarnos quienes eran estos
niños catedralicios del sur; también en la Beatificación de Sor Ángela de la
Cruz en 1985.
Esta danza
se acompaña de palillos se hace delante del Santísimo, tradición que viene
desde el Renacimiento; en estos bailes están acompañados por la escolanía. En
sus inicios los niños hacían la labor de mozos de coro, dando una nítida voz
alta y oscilaban entre cuatro y diez zagales. En el S. XV se generaliza su
numero en seis y de ahí su nombre. Vivían con el maestro de capilla, que
ejercía como educador y buscaba su sustento y vestido, el mas conocido fue el
Maestro Guerrero; después pasaron a vivir en colegios religiosos, siendo el
principal el de San Isidoro (de Sevilla) fundado en el S. XVII y que aguanto
hasta 1960.
Sus
vestiduras y sombrero son de color celeste para la Inmaculada y colorao para el
Corpus; sus edades oscilan entre los nueve y doce años. Estos bailes no han gustado
mucho a la férrea disciplina católica del Vaticano a través de los tiempos, tratándose de suprimir, gracias a Dios sin éxito. El Arzobispo de Sevilla,
Palafox, lo quiso suspender, pero el Cabildo jugo un buen papel llegando a un
acuerdo con su sucesor, Arias Porres, por el cual el baile de los zagales se
haría hasta que las ropas aguantaran el trote, sin poder estrenar nuevas; para
mantener el acuerdo, las ropas se iban reparando o cambiando por partes, así se
fue renovando toda la vestimenta sin suspender el baile. Los vestidos de los
Seises no llevan botones, cosa curiosa, todo va prendido por lazos y cintas. Se
compone de: la Golilla, los encajes del cuello; la Bolona, la chaquetilla; el
Jubón; el pantalón y las zapatillas. Destaca en sobremanera el sombrero tocado
con plumas del color de la vestimenta que toque en ese momento. Como pago por
este baile los críos recibían tres monedas, cosa conservaba como algo
simbólico.
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