jueves, 7 de febrero de 2013

La muerte de Prim

      Magnicidio, según el diccionario de la R. A. E.  (del latín magnus, grande y –cidio). Muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder. Así pues el asesinato de una persona importante, generalmente una figura política; el autor del asesinato suele tener una motivación ideológica o política y la intención de provocar una crisis o eliminar a un adversario que le impide llevar a cabo sus planes. El magnicidio ha sido históricamente penado en todos los Estados. Podemos considerar que el primer magnicidio fue el de Julio César en el año 44 a.c. y desde ahí hasta nuestros días no han dejado de producirse con grandes consecuencias (Archiduque Fco. Fernando de Austria, el del Zar Nicolás II en 1918, el de Gandhi o Martin Luther King y quizá el más mediático el de J. F. Kennedy en 1963). En España no íbamos a ser menos y en la historia más reciente hemos tenido el asesinado de cinco presidentes del Gobierno en casi dos siglos, empezando por el del General Prim y Prats a fines del año 1870; Antonio Canovas del Castillo en 1897; en 1912 el político progresista y anticlerical José Canalejas y Méndez; unos anarquista catalanes acabaron con la vida de Eduardo Dato en 1921; y ya en las postrimerías del franquismo es asesinado en el madrileño barrio de Salamanca el Almirante Luis Carrero Blanco, fruto de la Operación Ogro. Posteriormente, José María Aznar sufre una atentado, pudiéndolo considerar un intento de magnicidio.



         Y todo esto para comentar que el otro día pasaba por la calle Marqués de Cubas y ya casi llegando a Alcalá, en unas de las paredes del Banco de España había una placa, que me pare a leer y que recuerda el atentado en este lugar, la Calle el Turco, sufrió el General Juan Prim y Prats a manos de un grupo de embozados que dispararon en su carruaje en una fría noche de diciembre mientras nevaba copiosamente sobre Madrid. El general Prim fue uno de sublevados que destronó a Isabel II y apostó por una monarquía constitucional en la testa de Amadeo I, que si bien solo duró dos años, dio paso también a la breve I República, como antesala re la restauración borbónica.
     En la placa se puede leer “No olvidéis la sangre derramada por vuestras disputas políticas” pronunciada en un discurso parlamentario el 11 de noviembre de 1862; frase que conviene recordar y tenerla en cuanta, en estos tiempos convulsos que nos toca vivir.  El asesinato del General sigue siendo un enigma, ya que se desconoce la autoría del crimen (orquestado por monárquicos, republicanos, masones o incluso revolucionarios cubanos). Testigo mudo del magnicidio fue su berlina que se conserva en el Museo del Ejercito en Toledo, donde se pueden ver los orificios de las balas.

         La berlina de Prim es una novela de Ian Gibson en la que se narra la investigación del crimen. Anoche termine de leerla, si bien me ha resultado una lectura muy satisfactoria, ya que me ha abierto una ventana a una época que para mí es muy desconocida, a la vez a sido dura ya que tiene muchísimos datos, nombres (Robert Boyd, el Duque de Montpensier, Felipe Solís Campuzano,  José Paul Angulo, Ricardo Muñiz, Antonio Machado Núñez, abuelo de Manuel y Antonio Machado, Juan Eugenio Hartzenbusch, Benito Pérez Galdos, etc. . .) y demás por lo que requiere una gran atención. No sabría donde encuadrarla si bien es una novela de investigación, novela histórica  o historia en formato de novela. Gibson hace gala del hispanista que es y aplica todo su saber, nos invita a caminar por unas calles que existen aunque con otros nombres y nos ofrece una gran documentación sobre este hecho.  Recomiendo su lectura.


         Algunas de las frases que he sacado de la novela:

“Hay quienes dicen que este país es amnésico y reacio a afrontar su historia. Quizás no se equivoquen”
“El gran problema es que aquí nadie se pone de acuerdo con nadie, no hay nunca consenso” 
“El español no dialoga, se niega a hacerlo. Para dialogar hay que escuchar al otro, dejarle hablar sin interrumpirle y luego retomar sosegadamente la palabra. Pero no, escuchar nos exaspera, somos expertos en monólogos. Aquí lo importante es opinar, con cuanto más ruido mejor...” 

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