Versioneando a Mecano, “Es una ocasión singular ... que no hay que dejar escapar para viajar a
otro lugar, cuando tomo una decisión soy peor que Napoleón y
aunque no me guste el avión soy un hombre de acción y por eso...” Fui a Finisterre, juntado tres días, me lié
la manta a la cabeza y por fin hice el viaje deseado, viaje peninsular, mejor
dejar las divisas dentro y así nos cunde a todos. Así que a Santiago de
Compostela. Menos mal que me adelante un fin de semana, que si llego a ir este
me da un patatus, con la Merkel y toda su cuchipanda alrededor.
Santiago como siempre lleno de gente
por todas sus calles y plazas, hizo
buen tiempo, por lo que todos estábamos fuera. Visita a la catedral con su
museo, pórtico y demás; abrazo al Apóstol y misa con vísperas en el altar mayor
a las 19:30, ya que estas allí, pues vives todo y lo disfrutas.
Desde hace tiempo tengo la
costumbre de visitar los mercados de abastos de los lugares donde estoy, es
una manera de ver el día a día de las gentes del lugar; en algunos te llevas
gratas sorpresas, en otros no tanto, pero es una manera más de hacer turismo y
conocer. El edificio actual data de 1941 y fue diseñado por Joaquín Vaquero,
readaptando el edificio del antiguo mercado de la ciudad de 1870; esta
estructurado en cuatro naves, realizadas en sillería de granito con cubiertas
de Bóveda de cañón y tejado en el exterior, iluminado por grandes vanos de
medio punto.
Donde
yo realmente quería ir es a Finisterre, al Cabo Fisterra; así lo bautizaron los
romanos cuando vieron como el océano engullía el sol y pensaron que era el fin
del mundo conocido. Según la leyenda en estas tierras fue sepultada por el agua
la ciudad de Duyo, como castigo divino a los pecados y la indiferencia de sus
habitantes tras la llegada del apóstol Santiago a estas tierras; se dice que
quedan dos rocas con forma de buey como testimonio de este hecho.

Todo el conjunto se
completa con el Semáforo, un edificio construido en 1879, para dar señales a la
marina de guerra. Tras su restauración se ha convertido en un pequeño hotel
rural en el fin del mundo, una excelente ubicación para un hotelito con
encanto, el trato es muy bueno, pero las instalaciones pueden mejorar. Desde la
terraza del bar se puede ver una espectacular puesta de sol que me he traído
conmigo (mejor que la de Ibiza).