martes, 13 de noviembre de 2012

Palabras de antaño

     El vocabulario va cambiando, lo notamos todos. Nosotros no hablamos como nuestros padres, ni ellos como nuestros abuelos. A veces, en las reuniones familiares, nos dejamos llevar por el poder evocador de aquellas palabras que, antaño, usaba la bisabuela (como cancamusa, hebetar, metemuertos o suripanta) y que nuestros hijos ni tan solo encontrarán escritas. Ahí van unos ejemplos:

  • Atocinarse, enamorarse perdidamente.
  • Cancamusa, intención fingida con que se tira a deslumbrar a alguno para que no entienda el engaño que se le va a hacer.
  • Conventillo, la casa de viviendas pequeñas en las que suelen habitar mujeres y hombres viciosos; prostíbulo.
  • Dragomán, en el oriente dan este nombre a los que sirven de intérpretes de lenguas.
  • Esleer, elegir, preferir a alguien o algo para un fin.
  • Estatera, instrumento que sirve para conocer la igualdad y diferencia de los cuerpos graves; más comúnmente llámese peso o balanza.
  • Filautero, el que solo cuida de sí mismo, atendiendo únicamente a su propio interés, desatendiéndose del de los demás; egoísta.
  • Insumular, acusar a uno de un delito; delatarlo.
  • Liento, lo que no está completamente enjuto, antes conserva alguna humedad; húmedo.
  • Maganto, triste, abatido, macilento, enfermizo.
  • Názora, la luz sonrosada que sigue a la del alba y precede a la salida del sol.
  • Orbedad, carencia de padre o madre, o de uno y otro; orfandad.
  • Peculado, en el antiguo derecho, delito que consiste en el hurto de caudales del erario, cometido por aquel a quien está confiada su administración (algo muy en boga en esto tiempos).
  • Rompepoyos, persona holgazana.
  • Sece, dieciséis (16).
  • Udónmetro, aparato que sirve para medir la lluvia que cae en lugar y tiempo dados; pluviómetro.
  • Zangolotino, muchacho que quiere o a quien se quiere hacer pasar por niño.



Sacado de ¿Cuánto sabes de palabras de antaño? Vox, 2012

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