lunes, 18 de octubre de 2010

Wamba- Santa Espina













“Como te ves, yo me vi,
como me ves, te veras.

Todo acaba en esto aquí. Piénsalo y no pecaras”


     Jamás se me habría ocurrido visitar un osario, o igual si, pero a día de hoy este es el primero y el último, entrar en una sal y verte rodeado de huesos humanos, no es una sensación placentera, pero si curiosa.  Me llamaron la atención alguna de las calaveras, unas completas, otras no; con dientes, sin ellos, mandíbulas abiertas como si estuvieran sonriendo, otras ni las tenían. Había un niño, un tanto repelente, que quito solemnidad al momento, que si “me encantan las calaveras” o “me gustaría llevarme una a casa y tenerla en mi dormitorio” y yo mientras tanto pensaba en coger un fémur y darle un golpe haber si dejaba de decir tonterías o solo para que se callase, pero uno que es comedido y sabe estar, se trago sus pensamientos y continuo con la visita.  Alguna foto y ganas de ver otros osarios renombrados, como los de Portugal o el sur de Italia.  Había quien, no digo pero se dará por aludido, se emociono con los huesos y no paro de hacer fotos, la escusa era ampliarlas y colgarlas para la fiesta de Halloween, Todos los Santos, incluso alguno más en la tradición hispana.



















































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